El canal de la Viga hacia 1900
Al
imaginar la vida cotidiana en la capital de México en los albores del siglo XX,
quizá el pensamiento se traslada al ambiente revolucionario, ése que gracias a
la historia hoy sabemos que estaba a punto de alcanzar su cenit. Sin embargo,
más había en la esfera y el espacio públicos, donde la gente con sus
actividades modeló su territorio urbano y adecuó sus recursos a tantas
necesidades. El canal de la Viga, con una larga historia, es referente
inmediato de ello.
Postal del canal de la exhibida en el Museo del Objeto,
ubicado en la colonia Roma de la ciudad de México
Lacustre
desde tiempos inmemoriales, fue una arteria primordial para el abasto de toda
clase de productos de y para los capitalinos: becerros, azufre, nabo, leña,
maíz, brea, mantas, bueyes... Los marchantes, al cuidado de sus mercancías,
emprendían el largo camino al centro de la capital de madrugada, y por ahí se
echaban un café de olla o un ‘trago’, y hasta un buen taco para ‘aguantar’ la
jornada. Eso sí, en la garita de la Viga(construida hacia 1604) todo bebía ser
inspeccionado; hubo un momento en que a los comerciantes les era solicitado un
pasaporte y hasta un corrupto derecho de piso.
De
acuerdo a mapas de la segunda mitad del XIX, el canal de la Viga era parte del
canal México-Chalco, iniciaba en “... Chalco,
seguía por Xico, después atravesaba el dique de Tláhuac (que dividía los
lagos de Chalco y Xochimilco) para unirse con la acequia que comprendía los
pueblos de Culhuacán, Mexicalzingo, Iztacalco y Santa Anita hasta entrar a la
ciudad de México por la garita de la Viga, y finalmente el canal llegaba a las
calles de Roldán por el rumbo de laMerced”,[1]
lugares que además aún existen.
William Henry Jackson (atribuida), Canal de la Viga, Ca. 1890
También había momentos en que el tránsito sobre su ruta era lento, como hoy, y
quizá tampoco eran los menos quienes intentaban avanzar buscando el menor
resquicio o se escurrían entre carriles reglamentados por la sabia costumbre
para quedar delante y así alcanzar más rápido su destino... nada más que
desplazándose sobre agua en vez de asfalto, en canoas, trajineras, góndolas
movidas por remos o largas varas (también hubo barcos de vapor), unas veces más fácil que otras, según el
azolve acumulado de acuerdo a la época del año.
Y
como no todo era comercio, en una época su gente, residentes de las comunidades
de la periferia, marchantes, remeros, visitantes, gendarmes, administradores, y
por supuesto familias, dieron lustre al popular Paseo de la Viga, ya que en éste
tuvieron lugar celebraciones como la del Viernes de Dolores o Fiesta de las
Flores, en primavera, que de acuerdo a crónicas de la época, eran festejadas
con júbilo desbordante.
También
llamado en anteriores siglos Canal Nacional y Acequia Real en algunos puntos, este
canal se extinguió pasado 1910; peor aún, se llenó de inmundicias, lirio y otros
desechos que orillaron a la Comisión de Higiene a declararlo lugar de riesgo
para la salud pública. Años después sería rellenado y luego, en los cincuenta,
pavimentado. Actualmente es una de las avenidas principales del sureste
capitalino que desembocan en el centro de la ciudad, y viceversa.
[1]Araceli Peralta Flores, “El canal, puente y
garita de la Viga”, en Janet Long y Amalia Attolini(cords.), Caminos y
mercados de México, México, IIH-UNAM / INAH,
2009, p. 459.
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