miércoles, 19 de febrero de 2014

La historia de la Residencia Oficial de los Pinos (primera parte)

La tierra del Rey

Aquello era un inconmensurable prado que evocaba serenidad y brindaba resguardo a sus huéspedes; un lugar que por lo narrado en las crónicas indígenas incitaba a habitarlo. Eran tiempos prehispánicos y por estas historias podría deducirse que sobre sus linderos hubo pobladores desde el siglo XII; leyendas de toltecas, la llegada de la séptima tribu nahuatlaca, la última parada de los mexicas tras su peregrinar desde Aztlán hacia mediados del XIII...

Era Chapultepec-Techcatitlan-Hueytenango[1] con sus inmediaciones de prolífica vegetación. El sitio donde le fue construido un castillo a Nezahualcóyotl o el que Moctezuma consideró un lugar sagrado. Y quizá en el siglo previo a la conquista fue cuando este espacio siempre productivo por su fertilidad y verdor dejó de ser un lugar empoderado para convertirse en un referente de poder y descanso en los siglos sucesivos.

Consumada la conquista española en 1521, cuando la fiesta de San Hipólito (misma iglesia que hoy es casa de San Judas Tadeo), Hernán Cortés empezó la planeación de la nueva capital, cuyo trazo desecó algunos cauces y apagó parte de los vestigios de aquella civilización. Y a pesar de los cambios, la historia del bosque de Chapultepec acumularía nuevas anécdotas en menos de un lustro. Justo en un documento de 1525 del Cabildo Municipal se asienta la primera referencia de un molino edificado por Hernán López de Ávila en la zona de Tacubaya, a quien se le permite construir un canal o zanja junto al río, es decir, un herido de agua.


1519-1521 The Conquest of Mexico
Tomado de www.emersonkent.com (consultado el 19 de febrero de 2014)

Aquel trapiche ocupó el parte del territorio del que después sería llamado Molino del Rey o del Salvador. Tampoco se sabe con exactitud quiénes fueron sus propietarios hasta antes de 1550; sólo que era de investidura real y quizá en un tiempo de Hernán Cortés. Ese año pasó a manos del regidor Ruy González, acumulando a partir de entonces una serie de heredades, pero manteniéndose el común denominador en cada etapa: la cualidad de productiva y rica hacienda al servicio de ciudadanos acaudalados.

Don Cristóbal Gudiel y después Alonso de Alcocer sucedieron al regidor como dueños del inmueble antes de que cayera en manos del terrateniente Juan de Alcocer, hijo del segundo, quien terminaría perdiéndolo en un primer embargo hecho por el Tribunal de la Santa Cruzada[2] debido a las deudas de éste a razón de unos préstamos, incumplidos al día en que lo alcanzó la muerte, pero que por intercesión de su viuda, doña Guiomar de Ábalos y Bocanegra, pudieron mantenerlo unos años más tras haber pedido permiso para arrendarlo. Sin embargo, su pérdida definitiva y posterior subasta se daría tras la muerte de ella.


José María Velasco, Valle de México tomado cerca de Molino del Rey (detalle), 1900, óleo sobre tela, Museo Nacional de Arte/INBA 
(Digitalización: Raíces). Tomada de: http://www.arqueomex.com/S9N5n4Esp35.html (consultado el 19 de febrero de 2014)

En la almoneda, Antonio Urrutia de Vergara adquirió el Molino del Rey y otras propiedades pagando la correspondiente suma con pesos de oro común. En éste y otros molinos de Chapultepec, más algunas parcelas de Tacubaya y Santa Fe, fundaría el segundo de  tres mayorazgos, aunque con el tiempo pidió que el trapiche del Rey fuera integrado al primero. Con él se edificaron inmuebles que servían de descanso.

A su muerte, sus bienes fueron heredados a las siguientes generaciones hasta la primera mitad del siglo XVIII, cuando una de sus descendientes casó con Juan Javier Altamirano, VI Conde de Santiago de Calimaya, llegando así el distinguido apellido Altamirano a la historia del molino. Y nuevamente, con el casamiento de una de sus descendientes, Ana María Gutiérrez Altamirano, con Leonel Gómez de Cervantes y la Higuera, llegó el turno de los Cervantes, ricos también, extendiéndose el realce del lugar al amparo del poder económico y social.

Por oficios e inventarios citados en distintas fuentes historiográficas se infiere que la proporción de los molinos de Chapultepec eran mayúsculas, lo cual encarecía su manutención, incluso que el del Rey era prácticamente un centro neurálgico, mas no cejaban los esfuerzos por mantenerlo como un lugar de remanso, producción y poder, aunque en muy pocos años, desde los albores de la independencia de Nueva España y hasta los primeros años de la lucha, iniciaría periodo crítico.



[1] En el pasado prehispánico era recurrente que los topónimos fueran compuestos por dos o tres palabras; éste era con el que llamaban a Chapultepec.
[2] Instancia encargada de procurar el debido uso de las bulas y embargar a los deudores. En F. Muñoz y J. Escobosa, Hitoria de la Residencia Oficial de Los Pinos, México, FCE, ¿2002?, p. 26.

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